1938: Cuando el petróleo fue nuestro

Recuerdo hace años, en una presentación en Cineteca Nacional, tras la proyección de la película, el director nos hablaba del cine "que se hacía con muchos huevos",  con pocos recursos y las tomas que salían "como mejor se sentían". Desafortunadamente esto no se vio reflejado en una buena película en el caso de Los Infectados, y podríamos decir algo similar de la cinta de Sergio Olhovich, 1938: Cuando el petróleo fue nuestro.



A una obra se le debe de juzgar por sus méritos y la manera en que busca alcanzar sus intenciones. La recepción sobre 1938 ha sido mayoritariamente negativa, y se antoja más a proyecto propagandístico del gobierno, especialmente porque para su estreno, varias figuras políticas la estuvieron promoviendo, pero tomar la opinión sobre una película de un político, es como aceptar el análisis cinematográfico de Paty Chapoy con chayote. 

¿De qué se trata la película? La obra busca retratar lo ocurrido en este año, haciendo la crónica de lo que llevó a la expropiación petrolera.  Los detalles los conoceremos a través de la visión del presidente Lázaro Cárdenas (Ianis Guerrero), así como de Alberto Miranda (Sergio Bonilla), un periodista que busca retratar lo ocurrido, gracias a su informante Rosaura (María Penella Gómez).

La cinta tiene problemas de tono y narrativa y viene de origen al tratar de mostrar perspectivas desde quienes hacen la historia (el presidente más alabado y al que más fallas le perdonan en México), como de quienes la registran (el periodista más despistado del mundo), incapaces de transmitir lo histórico del momento que viven. Al arrancar con narración de Ofelia Medina interpretando a Amalia Solórzano, la esposa del Tata Cárdenas, la narración parece más de documental televisivo, que una película per se, lo cual se ve exacerbado de mala manera gracias al uso y abuso de material de video de stock, el cual no conecta con la historia y saca al espectador, especialmente en secuencias con imágenes entrelazadas que no fueron debidamente revisadas en post producción. 

El usar a figuras históricas puede ser complicado, especialmente cuando son idolatradas. Esto justificaría la mirada externa para hacer la crónica de los hechos. Prácticamente todas las escenas en donde Cárdenas participa carecen de impacto, no hay drama, es un personaje perfecto cuyo mayor defecto es preocuparse por la gente común, y ser inspiración hasta para el pequeño bolerito Andrés Manuel, que sueña en algún momento ser prejidente. Si no puedes tocarlo ni mostrar dudas o debilidades, o cuando lo haces, estas se resuelven en menos de un minuto en pantalla, no hay drama, haciendo que no haya interés. Después de todo ya sabemos el desenlace del hecho histórico, carajo, viene en el título. ¿Por qué me debe de importar? Ni la aparición de Benito Juárez logra salvarlo. 



En el caso de la visión externa, por un ser humano normal, que participa en un periódico rojillo, el personaje no es interesante, y sirve más como vehículo para que, cada que sale con su querida Rosaura, ella solo de discursos pseudo feministas fuera de época, en donde muestra que ella es más inteligente, tiene más dinero (siempre paga la comida, aunque él la invite), y se queje de la falta de preponderancia en la mujer en tiempos en donde ni podía votar. Todos sus diálogos son sermones que carecen de peso y son más forzados que la inclusión en un remake contemporáneo de Disney o Netflix.

Esto precisamente rompe el ritmo de la película. Al no haber conflicto, meter discursos, e incorporar momentos panfletarios, la mejor manera de disfrutarla es con un drinking game, o comentándola en vivo en el Discord de Charlas y Palomitas, pero te garantizo que si tomas un shot de tequila cada que alguien dice "Tabasco es el futuro", se hable de lo grandioso que es el gobierno, se presente un discurso pseudo feminista, o aparezca o se mencione a Bartlett, terminarás borracho en menos de 15 minutos.

La película busca glorificar un momento del pasado equivalente al "Make Mexico Great Again", con una supuesta soberanía petrolera que nunca existió, conflictos internacionales en donde México no sabe si apoyar a los nazis solo porque están en contra de los británicos y "los malditos intereses corporativistas", pero no sabe cómo ilustrar los aspectos negativos y, nuevamente, no hay conflicto en la historia. De hecho las empresas extranjeras parecen los buenos, igual que el gobierno estadounidense, ya que siempre acceden a las propuestas o limitantes del gobierno Mexicano, pagan bien por las tierras que compran, pero luego son traicionados por avisos descorteces del ojete de Cárdenas que los madruga con expropiaciones, vendiendo petróleo a los alemanes, o qué se yo. En lugar de mostrar a los opuestos como malos, los deja como ingenuos bien intencionados traicionados por un gobierno malévolo y gandalla.  

El momento cumbre de la cinta ni siquiera es el anuncio de la expropiación, sino cuando "todo el pueblo mexicano se une para mandarle dinero al presidente para que pague la deuda por la expropiación", buscando hacer un símil con la película que tuvo apoyos en Fondeadora, demostrando que "todos en cooperación, podemos hacer más", aunque sin el apoyo por los comerciales propagandísticos, no hubiera tenido una cantidad de copias tan importantes como las que logró en su estreno.

El peor pecado de una película no es el ser mala, sino el ser aburrida. La falta de conflicto concretos y deficiente construcción en sus momentos no le da cohesión a algo que como trabajo de exposición de televisión pública funcionaría mejor. Se admira las intenciones del equipo creativo, pero el hacer algo con buenas intenciones no comunica tanto como algo con buena narrativa.

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