Hay un momento en la cinta del Aquatipo en donde Jason Momoa dice: “I’m a blunt instrument… and I’m Good at it”. Esto parece no solo referirse a su personaje, sino también a la cinta más reciente del universo DC en el cine.
Antes de escuchar o leer sobre esta entrega, chequen la oferta limitada que les tenemos, válida hasta el 31 de Diciembre.
Pueden descargar el audio aquí o escucharlo en el siguiente reproductor. También pueden escucharnos con sus aplicaciones favoritas como Spotify, iTunes, Pocket Cast, Sound Cloud, Spreaker, Stitcher, Tune In, Acast, Player FM, MixCloud, Overcast, iHeart Radio, Hear This At, y hasta en iVoox.
Este episodio es traído a todos ustedes gracias al apoyo invaluable de:
Productora Ejecutiva: Blanca López
Productor Ejecutivo: Mauricio González
Co-Productor: Jaime Rosales
Co-Productor: Román Rangel
Co-Productor: Titus Bondi
Co-Productor: Juan Espíritu
Co-Productor: Enrique Vázquez
Agradecimiento especial a nuestros Patreons: Álvaro Vázquez, Daniel Krauze, Fernando Teodoro, Edith Sánchez, Alejandro Alemán, Fernando Alonso, Luis Macías, Lau Bermejo, Christian Guisa, Lulú Petite, y Adriana Fernández.
Ellos reciben versiones especiales del programa con extras no disponibles para los mortales comunes y corrientes. En este caso, ¡más recomendaciones! ¿También quieren contenido extra? Apóyenos en Patreon y lo recibirán.
No vive en una piña ni debajo del mar, pero el personaje mejor conocido del mundo submarino finalmente llega a la pantalla grande a estelarizar su propia aventura. ¿Logra expandir el universo cinematográfico de los cuentitos de DC o es otro intento malogrado de atraer audiencias a los cuentitos en la pantalla grande?
Arthur Curry (interpretado por Conan Drogo, digo, por la montaña carismática conocida como Jason Momoa) es un tipo que gusta de la vida sencilla. Ayudar a los demás, combatir la piratería de manera más efectiva que los comerciales que proyectan en el cine, y además tiene tiempo para echar un par de chelas con su padre. Lejos de los traumas de progenitores asesinados en la infancia o el acoso de gente de su misma especie que busca destruir planetas, es que el campeón de natación intercontinental vive bien hasta que las responsabilidades que ha evadido por mucho tiempo vienen tras de él, y es que el Rey Orm está cansado de que los humanos echemos puro desperdicio al mar y piensa dominar no solo las tres cuartas partes oceánicas del planeta, sino acabar con lo que está en zonas más áridas… y el único que puede detenerlo es su medio hermano mayor.
Uno de los principales problemas con los que cuenta el trasladar personajes de las viñetas a la pantalla es el saber que adaptar y qué ignorar. En el caso de Aquaman, su imagen ha sido la de un personaje que es la burla de otros, a quienes la mayoría recuerdan más por montar un caballote de mar o usar peces voladores de patines, cosa muy lejana a la narrativa del personaje en los cómics desde hace décadas. Sin embargo, gracias a su presencia en cintas previas del Universo DC, se empezó a plantear una imagen más acorde a su revitalización de los 90’s a cargo de Peter David e incluso adoptando rasgos de su versión animada tanto en la Liga de la Justicia como en Batman: The Brave and the Bold.
Este ha sido un buen año para las adaptaciones de las viñetas a la pantalla. Black Panther y Avengers: Infinity War lograron las mayores recaudaciones y aceptación por parte del público, siguiendo con la fórmula de su lugar de origen. En la competencia sin embargo han surgido dos casos peculiares que parten del mismo punto: el héroe reluctante s aceptar su destino. Esto le funcionó de maravilla a Sony con Venom (quien técnicamente es un antihéroe, pero su papel de inadaptado y su falta de pretensión en sus aspiraciones le ayudaron bastante) y ahora toca el turno de DC/Warner con Aquaman, el tipazo que te gustaría tener como compañero de copas quien sin embargo no se siente digno de ser el líder que está destinado a ser.
La historia en la cinta es sencilla y viene anunciada prácticamente desde el principio: es el ascenso del monarca ausente al trono. Para alcanzarlo deberá superar distintas tareas que terminan tras demostrar que es digno de empuñar la mítica Excalibur… o en su defecto, un tenedor brilloso de origen ancestral. Con esto logrará traer paz y finalmente unir a los siete mares como se planteaba desde el primer vistazo al personaje, hecho por Zack Snyder en un poster, años atrás. El recorrido, sin embargo, sirve para tener un acercamiento a las siete naciones submarinas y su gente, cosa hecha con la espectacularidad de los efectos visuales y una mezcla de géneros narrativos bastante ecléctica, dando como resultado lo que para unos podrá ser una mezcla que a todo le tira y a nada le pega pero que al final es tremendamente entretenida.
El mayor atractivo de la cinta no viene necesariamente por Jason Momoa o Amber Heard, quienes son los personajes principales en este recorrido, sino por el manejo de esta cinta de acción y aventura dirigida por James Wan. Lo importante en sí es la historia y el divertimento que provoca, más allá de las pretensiones de quienes son incapaces de aceptar que el entretenimiento que disfrutaron de niños o jóvenes no necesariamente debe “madurar” como ellos creen que lo hicieron. Lejos de las adaptaciones de trajes a armaduras “del mundo real” o trajes más “prácticos” como ha pasado con otros universos cinematográficos o con el mismo hombre murciélago, el guión escrito por David Leslie Johnson-McFoldrick y Will Beall no niega el origen ni el vestuario tradicional de los héroes ni de los villanos, sino que los lleva tal cual a la pantalla. ¿Nuestro héroe tiene como mayor atributo la capacidad de hablar con los peces? Claro, pero curiosamente elementos como este sirven para la resolución de conflictos mayores no en base a la violencia, sino al diálogo, lo cual es más maduro que darle un hachazo en la cabeza al villano en turno.
¿Hay cabida para una cinta que simplemente busca emular el sentido de aventura en una historia que no tiene mayor profundidad? Los eruditos del cómic, perdón, de la “Novela Gráfica”, podrán decir que no, ya que tras elevar el estándar narrativo no debemos permitirnos menos, pero la realidad es que el medio surgió como entretenimiento desechable sin mayores pretensiones y enfocado en un público en particular. Esto no significa que no se puedan crear obras con aspiraciones más “profundas” pero el trabajo de James Wan en esta cinta no busca ayudarnos a entender la frustración y sentido de responsabilidad de un monarca venido a menos a través de una densidad psicológica digna de película alemana del siglo pasado, sino a hacer lo que mejor sabe: entretener. Su mayor pecado es el abuso de diálogos expositivos que solo sirven para conectar los puntos necesarios para pasar al siguiente set piece armado para mostrar una gran batalla subacuática de navecitas, enfrentamientos épicos hipocámpicos o el seguimiento de pistas para descubrir misterios ancestrales propios del arqueólogo favorito de todos.
A final de cuentas Aquaman logra rendir tributo a los elementos del medio que le dieron origen, sin importar lo absurdos que puedan parecer, y demuestra que se puede hacer una traslación sin necesidad de absurdas dosis de “realismo cinematográfico”, el mismo, cuando se ve que estamos hablando de reinos fantásticos subacuáticos, quedan fuera de lugar aunque puedan coexistir con otros personajes dentro del mismo universo. El deleite visual para el espectador llega no solo por parte de Heard o Momoa, sino por las secuencias cuidadosamente armadas que pueden recordar desde batallas mitológicas hasta a musicales de Disney, y que si bien parecen mostrar una falta de cohesión en el tono de la cinta, en realidad demuestran que el cine no debe ser monocromático, sobrio y autoreferencial, sino que hay espacio para distintos matices en la pantalla, así como lo hay para las distintas salas de cine. Y si no les convence eso, quizás lo haga la mirada profunda del protagonista o alguna de sus 47 poses de héroe usadas de manera emblemática en la cinta.
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Antes de escuchar o leer sobre esta entrega, chequen la oferta limitada que les tenemos, válida hasta el 31 de Diciembre.
Pueden descargar el audio aquí o escucharlo en el siguiente reproductor. También pueden escucharnos con sus aplicaciones favoritas como Spotify, iTunes, Pocket Cast, Sound Cloud, Spreaker, Stitcher, Tune In, Acast, Player FM, MixCloud, Overcast, iHeart Radio, Hear This At, y hasta en iVoox.
Este episodio es traído a todos ustedes gracias al apoyo invaluable de:
Productora Ejecutiva: Blanca López
Productor Ejecutivo: Mauricio González
Co-Productor: Jaime Rosales
Co-Productor: Román Rangel
Co-Productor: Titus Bondi
Co-Productor: Juan Espíritu
Co-Productor: Enrique Vázquez
Agradecimiento especial a nuestros Patreons: Álvaro Vázquez, Daniel Krauze, Fernando Teodoro, Edith Sánchez, Alejandro Alemán, Fernando Alonso, Luis Macías, Lau Bermejo, Christian Guisa, Lulú Petite, y Adriana Fernández.
Ellos reciben versiones especiales del programa con extras no disponibles para los mortales comunes y corrientes. En este caso, ¡más recomendaciones! ¿También quieren contenido extra? Apóyenos en Patreon y lo recibirán.
No vive en una piña ni debajo del mar, pero el personaje mejor conocido del mundo submarino finalmente llega a la pantalla grande a estelarizar su propia aventura. ¿Logra expandir el universo cinematográfico de los cuentitos de DC o es otro intento malogrado de atraer audiencias a los cuentitos en la pantalla grande?
Arthur Curry (interpretado por Conan Drogo, digo, por la montaña carismática conocida como Jason Momoa) es un tipo que gusta de la vida sencilla. Ayudar a los demás, combatir la piratería de manera más efectiva que los comerciales que proyectan en el cine, y además tiene tiempo para echar un par de chelas con su padre. Lejos de los traumas de progenitores asesinados en la infancia o el acoso de gente de su misma especie que busca destruir planetas, es que el campeón de natación intercontinental vive bien hasta que las responsabilidades que ha evadido por mucho tiempo vienen tras de él, y es que el Rey Orm está cansado de que los humanos echemos puro desperdicio al mar y piensa dominar no solo las tres cuartas partes oceánicas del planeta, sino acabar con lo que está en zonas más áridas… y el único que puede detenerlo es su medio hermano mayor.
Uno de los principales problemas con los que cuenta el trasladar personajes de las viñetas a la pantalla es el saber que adaptar y qué ignorar. En el caso de Aquaman, su imagen ha sido la de un personaje que es la burla de otros, a quienes la mayoría recuerdan más por montar un caballote de mar o usar peces voladores de patines, cosa muy lejana a la narrativa del personaje en los cómics desde hace décadas. Sin embargo, gracias a su presencia en cintas previas del Universo DC, se empezó a plantear una imagen más acorde a su revitalización de los 90’s a cargo de Peter David e incluso adoptando rasgos de su versión animada tanto en la Liga de la Justicia como en Batman: The Brave and the Bold.
Este ha sido un buen año para las adaptaciones de las viñetas a la pantalla. Black Panther y Avengers: Infinity War lograron las mayores recaudaciones y aceptación por parte del público, siguiendo con la fórmula de su lugar de origen. En la competencia sin embargo han surgido dos casos peculiares que parten del mismo punto: el héroe reluctante s aceptar su destino. Esto le funcionó de maravilla a Sony con Venom (quien técnicamente es un antihéroe, pero su papel de inadaptado y su falta de pretensión en sus aspiraciones le ayudaron bastante) y ahora toca el turno de DC/Warner con Aquaman, el tipazo que te gustaría tener como compañero de copas quien sin embargo no se siente digno de ser el líder que está destinado a ser.
La historia en la cinta es sencilla y viene anunciada prácticamente desde el principio: es el ascenso del monarca ausente al trono. Para alcanzarlo deberá superar distintas tareas que terminan tras demostrar que es digno de empuñar la mítica Excalibur… o en su defecto, un tenedor brilloso de origen ancestral. Con esto logrará traer paz y finalmente unir a los siete mares como se planteaba desde el primer vistazo al personaje, hecho por Zack Snyder en un poster, años atrás. El recorrido, sin embargo, sirve para tener un acercamiento a las siete naciones submarinas y su gente, cosa hecha con la espectacularidad de los efectos visuales y una mezcla de géneros narrativos bastante ecléctica, dando como resultado lo que para unos podrá ser una mezcla que a todo le tira y a nada le pega pero que al final es tremendamente entretenida.
El mayor atractivo de la cinta no viene necesariamente por Jason Momoa o Amber Heard, quienes son los personajes principales en este recorrido, sino por el manejo de esta cinta de acción y aventura dirigida por James Wan. Lo importante en sí es la historia y el divertimento que provoca, más allá de las pretensiones de quienes son incapaces de aceptar que el entretenimiento que disfrutaron de niños o jóvenes no necesariamente debe “madurar” como ellos creen que lo hicieron. Lejos de las adaptaciones de trajes a armaduras “del mundo real” o trajes más “prácticos” como ha pasado con otros universos cinematográficos o con el mismo hombre murciélago, el guión escrito por David Leslie Johnson-McFoldrick y Will Beall no niega el origen ni el vestuario tradicional de los héroes ni de los villanos, sino que los lleva tal cual a la pantalla. ¿Nuestro héroe tiene como mayor atributo la capacidad de hablar con los peces? Claro, pero curiosamente elementos como este sirven para la resolución de conflictos mayores no en base a la violencia, sino al diálogo, lo cual es más maduro que darle un hachazo en la cabeza al villano en turno.
¿Hay cabida para una cinta que simplemente busca emular el sentido de aventura en una historia que no tiene mayor profundidad? Los eruditos del cómic, perdón, de la “Novela Gráfica”, podrán decir que no, ya que tras elevar el estándar narrativo no debemos permitirnos menos, pero la realidad es que el medio surgió como entretenimiento desechable sin mayores pretensiones y enfocado en un público en particular. Esto no significa que no se puedan crear obras con aspiraciones más “profundas” pero el trabajo de James Wan en esta cinta no busca ayudarnos a entender la frustración y sentido de responsabilidad de un monarca venido a menos a través de una densidad psicológica digna de película alemana del siglo pasado, sino a hacer lo que mejor sabe: entretener. Su mayor pecado es el abuso de diálogos expositivos que solo sirven para conectar los puntos necesarios para pasar al siguiente set piece armado para mostrar una gran batalla subacuática de navecitas, enfrentamientos épicos hipocámpicos o el seguimiento de pistas para descubrir misterios ancestrales propios del arqueólogo favorito de todos.
A final de cuentas Aquaman logra rendir tributo a los elementos del medio que le dieron origen, sin importar lo absurdos que puedan parecer, y demuestra que se puede hacer una traslación sin necesidad de absurdas dosis de “realismo cinematográfico”, el mismo, cuando se ve que estamos hablando de reinos fantásticos subacuáticos, quedan fuera de lugar aunque puedan coexistir con otros personajes dentro del mismo universo. El deleite visual para el espectador llega no solo por parte de Heard o Momoa, sino por las secuencias cuidadosamente armadas que pueden recordar desde batallas mitológicas hasta a musicales de Disney, y que si bien parecen mostrar una falta de cohesión en el tono de la cinta, en realidad demuestran que el cine no debe ser monocromático, sobrio y autoreferencial, sino que hay espacio para distintos matices en la pantalla, así como lo hay para las distintas salas de cine. Y si no les convence eso, quizás lo haga la mirada profunda del protagonista o alguna de sus 47 poses de héroe usadas de manera emblemática en la cinta.