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Colaboración especial por Fernando Teodoro. Síganlo en Twitter, a su casa o mejor aún, leyéndolo en Reflexiones Alternas.

Dos de los eventos que forjaron la moderna democracia mexicana han sido La matanza de Tlatelolco del año de 1968 y el temblor de 1985, en el primer evento el gobierno mexicano demostró hasta donde podía ser capaz con tal de mantener la estabilidad de un grupo en el poder y el segundo evento se demostró los límites y las incapacidades del gobierno así como de las instituciones para afrontar sucesos de magnitudes que escapaban de sus manos haciendo que la gente saliera a las calles y tomará la bandera de gobierno.

El temblor de 1985 fue un hecho que a nivel histórico marcó un antes y un después. Definió en gran medida la época moderna que hemos vivido durante los últimos treinta años y la redefinió por completo. 



Es el 25 de septiembre de 1985, nos situamos en una oficina del gobierno y como en un día hábil de trabajo los empleados comienzan a llegar y tras una presentación coral que nos muestra el escenario donde se desarrollará la cinta el coyuntural suceso ocurre a las 7:19 am. El edificio se colapsa y los personajes quedan atrapados bajo los escombros. Toda la película se desenvuelve a través de dos personajes contenidos en un pequeño espacio dentro de los escombros. 

Los personajes son un alto funcionario del edificio en cuestión interpretado por Demián Bichir y Héctor Bonilla quien encarna al celador del mismo lugar; es a través ellos que se confrontan dos “Méxicos” totalmente dispares en una analogía un poco burda, donde existe el cliché pero este deja entrever el entorno consecuente de la película. 

La cámara siempre está fija en estos espacios y funciona en pro de una correcta aplicación del lenguaje cinematográfico. Del mismo modo, es una grata sorpresa ver la forma en como el director Jorge Michel Grau tocó un tema que está lleno de clichés y que se ha tratado una gran cantidad de veces a través de distintos medios e incluso en películas, fotografías, documentales y demás. 



A través de mínimos efectos visuales -muy bien logrados- la intención de la película es poner en el imaginario del espectador cómo pudo haber sido para la gente el quedarse atrapada, cómo se vivió esto desde el infierno mismo y en consecuencia, nos lleva a una tensión absoluta. Es un tratamiento que da otra perspectiva, que contagia la claustrofobia. Todo tiene que ver con el formato de la cámara, que más allá de caer en el teatro filmado, aporta un elemento sensorial que logra que la cinta funcione.

Ahora, podemos decir que afortunadamente ya existen dos cintas que retratan de buena forma los hechos históricos que mencionamos al principio de este texto, la matanza del 68 a través de los ojos de Rojo Amanecer y ahora esta película. Ambas comparten actores con Héctor Bonilla y Demián Bichir y curiosamente la narrativa es similar, en espacio cerrados en donde nunca sabemos lo que sucede afuera. Bien por Grau y bien por el cine mexicano. 


Dirección: Jorge Michel Grau
Guión: Jorge Michel Grau, Alberto Chimal
Producción: Mayra Espinosa Castro
Fotografía: Juan Pablo Ramírez
Edición: Miguel Schverdfinger

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