Dentro del cine internacional hay voces que reflejan de manera interesante y efectiva la identidad de un país. Jafar Panahi, director que ha tenido reconocimiento en varios de los festivales más importantes del mundo y quien está vetado de hacer cine o incluso salir de su país, juega con las limitaciones desde hace años y en su más reciente entrega, Taxi Teherán, nos muestra de manera efectiva un retrato de la realidad y magia de las calles de Irán.
Esta cinta fue comentada en su momento, en la pasada Berlinale 65 y pueden ver los comentarios por acá o en el video a continuación
Es un día regular en la ciudad de Teherán. Un taxista se dispone a hacer su recorrido. En su camino conocemos los momentos de distintas personas que abordan el vehículo, ya sea por la simple necesidad de llegar de un punto a otro de la ciudad, pasando por incidentes de emergencia en que un taxi es más rápido que una ambulancia, o incluso con elementos místicos ya que si una persona no llega a tiempo a su destino, podría quedar condenada por una antigua maldición.
El establecimiento de la cinta sirve para darnos un recorrido regular sobre los distintos lugares y estratos de las clases sociales más representativas dentro de Irán. Vemos poco del exterior ya la cámara esta posicionada al lado del asiento del conductor, por lo que vemos principalmente solo lo que ocurre dentro, con los pasajeros, y con el mismo director, quien funge como (hilo) conductor.
Mientras que la fórmula del “cine que no es cine” o el uso de “actores que no son actores” ha sido (ab)usada especialmente por el cine festivalero, la manera en que Jafar muestra su universo inmediato es fascinante. La cinta empieza con tintes de humor o incluso de aventura, pero a su vez se da tiempo para hacer una crítica del estado actual del cine. La aparición de distintos personajes que están relacionados con la labor del cine es lo más fascinante. Por una parte tenemos a alguien que se dedica a la distribución. Claro, esa distribución consiste en la venta de películas piratas, y es curiosamente el primer personaje que reconoce al director, mostrando la dicotomía que encierra el hecho de que en varias ocasiones los que más respetan y aprecian el séptimo arte no acceden a él mismo por el medio que preferirían los autores. A su vez, la charla con la sobrina del director, en el que habla sobre un proyecto escolar en donde debe hacer un video siguiendo algunas de las reglas no escritas del cine nacional, enseña mucho más sobre conocer tu mercado y manejo de distribución de lo que sabe cualquier (casi) cualquier egresado de escuela cinematográfica en México.
A pesar de contar con un lanzamiento limitado, es afortunado el hecho de que esta cinta se llegue a exhibir de manera comercial en nuestro país. No es una cinta para aquellos que quieren ver “algo diferente” o se buscan sentir superiores al apreciar algo de cine internacional. Es una historia que podría ser narrada en nuestro mismo país, con una sensibilidad acertada para ilustrar la realidad ajena pero volviéndola personal para el espectador.
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