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La historia es sencilla: chico conoce a chica, chico se enamora, chico tiene enfermedad terminal, chico se somete a tratamiento experimental que promete curarlo, chico sale curado pero deforme, chico se olvida de chica y jura venganza aprovechando que es un mercenario con entrenamiento especial, y al final, chico cena chimichangas con la chica que habíamos olvidado sobre las tumbas de sus enemigos.
Si bien la historia puede presentarse de manera fácil y rápida, el desarrollo del proyecto de Deadpool fue más tortuoso que un simple párrafo. La primera aparición del personaje data del 2009, con la cinta del origen de Wolverine. En aquellos años el presidente de la Fox no gustaba tanto de los tipos en disfraz y por manejos de producción Ryan Reynolds terminó encarnando a un Wade Wilson que poco tenía que ver con el divertido personaje, principalmente porque no hablaba y era un monstruo de Foxtenstein con partes de personajes más reconocidos.
Tras años de empeño, las fuerzas creativas de los guionistas Rhett Reese, Paul Wernick (con cosas como Zombieland en su currículum), Tim Miller (animador y director de efectos visuales de joyas como Scott Pilgrim pero que tras varios intentos fallidos finalmente saca su primera cinta) y el mismísimo Ryan Reynolds lograron sacar la redención del personaje y del actor mismo trayendo al personaje a la gran pantalla. Su gran logro no es tanto el salir victoriosos del infierno de la preproducción, sino que lograron entender y transmitir la esencia del personaje y hacerlo accesible al público en general, algo que la mayoría de las franquicias sacadas de comics no siempre entienden bien.
¿Cuál es la forma más efectiva para descongelar un proyecto en el que se ha trabajado por años pero en el que el estudio que tiene los derechos no tiene fe? ¡Liberar un test footage! En julio del 2014 una prueba de vestuario y efectos visuales fue “filtrada” y logró generar tanto ruido positivo que ante los incansables mensajes de los fans, la Fox se vio “forzada” a autorizar presupuesto y la película logró luz verde al día siguiente, de manera más rápida que ni metiendo una petición en Change.org.
Mientras que muchos juraban que venía la caída de las cintas de monitos en mayas debido al cansancio del público (inclúyome en cierta medida en este grupo), Deadpool llega como una bocanada de aire fresco. No es la clasificación ni el enfoque de adultecente el que logran su éxito, sino el hecho de que es una cinta que no se toma demasiado en serio y supo aprovechar sus limitaciones a su favor. Con un presupuesto de 56 millones de dólares, se enfocó más en una mercadotécnia memorable y adaptada a todos los mercados en que se presentó. Originalmente tenía más escenas de acción, sobre las cuales tenemos guiños al ver las cantidades absurdas de armas que prepara el personaje para la pelea principal… pero como esas escenas y ciertos personajes son caros de producir (el CGI no se da en los árboles, como ustedes saben), se tuvieron que resolver de maneras más ingeniosas.
Al final el resultado es una cinta bastante disfrutable debido a lo irreverente que es. ¿Pasará a los libros de historia junto al lado de obras más memorables como el Batman de Nolan o el Iron Man de Favreau? No, pero es entretenimiento efectivo y como la primera cinta de Favreau nos recuerda que no todo son personajes atormentados y seriedad ante grandes calamidades. Las historias personales son más efectivas y no exclusivas del cine independiente.
Si bien Deadpool no hace una crítica o parodia efectiva del medio o del género, como lo hizo Mattew Vaughn con Kingsman, tampoco lo prentende. Los verdaderos Cuatro Fantasticos son Miller, Reynolds, Reese y Wernick quienes le acaban de dar a su estudio enormes dividendos, aunque tristemente Hollywood malentenderá la fórmula del éxito del Mercenario Bocón y pronto anunciará más cintas “para adultos”, en lugar de enfocarse en procesos creativos efectivos.
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