
Hilario Martínez, buzo profesional conocido como El Perro Largo, es un personaje acapulqueño reconocido y recordado en la zona. No solo tuvo en sus haberes el haber demostrado sus habilidades ante famosos estadounidenses de varios ayeres, sino que también tuvo sus quereres con más de alguna extranjera visitante. Gracias a su ánimo afable es que llegó a conocer a Robyn Sidney, a quién apodaba cariñosamente como la Jirafa, quien en carne propia nos habla de su relación con el personajazo quien, inevitablemente toca la vida del espectador, e incluso de uno de los productores y personajes de la cinta, el buen John Grillo, hijastro del famoso Perro Largo.
La variedad de personajes que comparten anécdotas sobre la vida de Hilario es de lo más colorido y agradecible que tiene la cinta. Es inevitable sentir empatía por ellos, y a través de sus historias, querer conocer más y más sobre el gran ausente (solo de cuerpo, ya que su presencia es casi tangible por su legado). De manera casi orgánica, es que uno empieza a conocer también más sobre los que lo rodearon, particularmente por el buen Grillo, ya que las relaciones familiares son inevitablemente tras tocadas gracias al hecho de que su madre (la “Jirafa”) se separó del padre de Grillo para tener una relación con el Perro (esto empieza a sonar a fábula con animales). Es fascinante ver incluso comentarios con el padre de John, quien acepta de forma increíblemente madura lo que ocurrió, con la visión de alguien que con el tiempo tiene una mayor comprensión de lo sucedido.

El cine mexicano en el género de la ficción ha tenido más momentos bajos que altos. Afortunadamente el documental saca la casta y nos entrega cintas como Vuelve a la Vida. Una historia llena de encanto y con el beneficio extra de que además del ritmo y sabor que lleva en sus personajes incluye práctica receta para preparar un sabroso Vuelve a la ida. Documental necesario para verse y curarse la cruda que refleja el deprimente estado del cine nacional.
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