Juan Orol es una figura peculiar en la producción nacional, habiendo sido considerado incluso como “ el Frankenstein del cine mexicano”. A varios años de su fallecimiento es que tiene una revisión sobre su trayectoria y qué mejor manera de hacerlo que utilizando el recurso que hizo famoso al director: el cine.
Cual hombre renacentista postmodernista (y en ocasiones surrealista), Juan Orol llegó a practicar varios oficios que van desde el ser boxeador, torero, agente secreto, actor y otros, hasta que encontró su vocación en el cine. Con una afición hacia el cine gangsteril de los años treintas y cuarentas es que decide conjuntar su gusto y su profesión iniciando una carrera bastante prolífica en el séptimo arte. En la cinta contamos con la narración del mismísimo director (interpretado por Roberto Sosa) quien nos platica sobre sus logros y tropiezos dándonos una peculiar revisión sobre su carrera.
Recuerdo que en su momento, después de haber visto la cinta en el pasado Festival Internacional de Cine de Guadalajara (edición número 27, para los que llevan la cuenta) recuerdo que lo mejor era la actuación de Roberto Sosa, quien aunque ha demostrado ser un actor increíblemente capaz en varias ocasiones, no recuerdo casos recientes en el cine en donde tenga el papel estelar y aparezca en pantalla prácticamente toda la cinta. En la misma línea, el cuidado que pone el realizador en la forma en que se muestra la cinta es notable. Mientras hacemos una revisión sobre la vida de Juan Orol la misma se muestra haciendo un simil en forma a como va evolucionando el cine del mismo autor, teniendo cambios del cine en blanco y negro a color y sus distintas variantes según el avance tecnológico. En la misma manera, los errores característicos del cineasta son presentes, teniendo escenas en las que vemos a Roberto Sosa vistiendo un impecable traje blanco para que en el mismo desarrollo de la secuencia, aparezca con traje negro, aunque se supone que todo ocurre en el mismo momento. ¿Continuidad? Eso no es necesario. ¿Lógica? Eso es un lujo, como dice en uno de sus diálogos cuando un personaje le indica a Orol sobre una ventana que debió haber sido rota en una escena con disparos, “¿crees que la gente va al cine a ver cristales romperse?”. Al final lo que cuenta es que uno pueda contar la historia de manera efectiva.
Mientras que la ambientación, la interpretación de Sosa y el surrealismo narrativo (adicionado con puntadas efectivas) son los puntos fuertes de la cinta, por otra parte tenemos algunos problemas narrativos. Mientras que la reinterpretación de Chucho Ochoa como él mismo, pero de general de la época (después de todo el ya “interpretó” a Álvaro Obregón en La Cebra), pasa más como anecdótica, el enfoque tan clavado en la forma hace que el fondo de la cinta se pierda un poco. Juan Orol nos cuenta su historia y sus desventuras pero no se logra una empatía del todo con el personaje. El hecho de que el mismo realizador se burle (con respeto irónico, si tal cosa es posible) del mismo personaje al que le hace un homenaje es algo que no termina de convencerme, aunque haya sido para ilustrar un gag casi al finalizar la cinta. Tal vez sea injusto comparar esta cinta con el tributo que Tim Burton le hizo a Ed Wood (cuando Burton sabía dirigir películas y no arte), pero uno de los grandes méritos de Burton es que hizo que el personaje principal, sin importar que lo mostrara con vestido y pelucas que no le quedaban, nos importara. No se mofa sino nos lo muestra y nos hace comprenderlo, aunque no podamos evitar soltar una risita con sus desventuras. En la cinta de Del Amo el enfoque más que en los personajes es en el ilustrar la evolución del autor, teniendo hincapié la evolución y no tanto en el autor. Atestiguamos los distintos amores y desamores que tuvo con sus musas Consuelo Moreno, María Antonieta Pons, Rosa Carmina y Mary Esquivel pero las relaciones entre él y ellas nos son intrascendentes en la mayoría de los casos y fuera del hacernos pensar en la habilidad de Orol al aplicar el puesto de realizador como causa de ligue con chicas guapas, no aportan la gran cosa.
El manejo imaginativo e ingenio que tiene la cinta se contrarresta en cierta medida con el ritmo errático con la que se cuenta. Curiosamente eso parece no ser tan importante porque aunque a algunos compañeros de la crítica que no les gustó la película, El Fantástico Mundo de Juan Orol está nominada para representar a México en los Óscares y en los Goyas, cosa que se anunció antes del estreno de la cinta. Probablemente la cinta tiene posibilidades ya que sirve para ilustrar de forma más amigable la historia del cine mexicano a través de uno de sus exponentes en lugar de dar preferencia a algo como la película de Colosio o alguna otra cinta con reconocimiento festivalero.
Aclaración: gracias a los comentarios que el buen Everardo González me hizo, creo conveniente aclarar que la cinta solo está nominada y está compitiendo con otras seis para ser enviada para el proceso de selección y competencia tanto para el Óscar como el Goya. Tanto Pastorela como Colosio están en la misma competencia y al momento de publicar esto, todavía no se define la cinta que representará a México.
A final de cuentas, El Fantástico Mundo de Juan Orol sirve como un interesante acercamiento al cine del realizador para el público en general y tiene suficientes guiños para mantener entretenidos a aquellos que conocen un poco más de su obra. La cinta tiene varios aspectos que se pudieron mejorar sin embargo confieso que cuando la vi, en el pasado FICG, la disfruté bastante, tanto así que pienso volver a verla ahora que se estrena en cartelera regular.
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